jueves, 24 de agosto de 2017

Por el sur de Galicia

Dejaba días atrás pendiente hablar sobre la segunda parte de mi viaje veraniego; como decía, pasé a España desde Guimarães por el puente que cruza el río Miño entre Valença y Tui, adentrándome así en tierras gallegas. En primer lugar me dirigí hacia La Guardia, para subir directamente a la cima del Monte de Santa Tecla; desde allí quedé maravillado ante la portentosa vista de la desembocadura del Miño de la que se disfruta. También allí mismo se encuentra  uno de los mejor conservados castros de remoto origen que hay en el norte de España.            
Desembocadura del Miño
Castro de Santa Tecla / Puesta de sol en Bayona

     Me acerqué después, siguiendo la costa, hasta el Monasterio cisterciense de Nuestra Señora de Oia; el monasterio solo puede verse desde el exterior ya que se encuentra cerrado porque parece haber sido comprado para convertirlo en hotel. La visión exterior del monasterio es en todo caso espectacular, ya que es muy raro encontrar una construcción de tal cariz en la misma orilla del mar. Desde Oia seguí hasta Bayona, donde di un plácido paseo por sus vetustas calles y disfruté de una espectacular puesta de sol. La noche la pasé cerca, en un hotel junto a Viladesuso. 

     El siguiente destino era la orensana población de Ribadavia, pero antes pasé por las termas que hay en el cercano pueblecito de Prexigueira donde pude disfrutar durante más de una hora de las aguas sulfurosas que manan a unos cuarenta grados en las termas a las que da nombre el propio pueblo; ambiente relajado, música chill out, completo silencio, ausencia de móviles y de cámaras, turismo civilizado... un relax total. Luego, en Ribadavia, un paseo por esa hermosa población y una comida portentosa a base de pulpo braseado, unos excelentes pimientos de Arnoia y un espectacular ribeiro de unas bodegas del cercano pueblo de Castrelo do Miño, que después visité para hacer acopio de tan buen vino. Desde allí me desplacé a Orense, donde hice noche tras visitar la ciudad y aprovechar para comprar buenas verduras en su mercado de abastos.

            Al día siguiente la sorpresa la dio la increíble población de Allariz; un conjunto urbano de calles empinadas, hermosos caserones, un entorno fluvial espectacular en las laderas del río Arnoia y una curiosísima calle llena de tiendas outlet con una gran variedad de marcas típicas de moda. Comida tranquila regada de nuevo con ribeiro, sin olvidar los riquísimos bollitos almendrados típicos del lugar.
     El viaje iba tocando a su fin y la última noche la pasé en Puebla de Sanabria. Hacía en torno a 30 años que no visitaba la población, que encontré cambiadísima y muy hermosa; con razón forma parte de la selección que elabora anualmente la Asociación "Los pueblos más bonitos de España". Recorrí arriba y abajo sus empinadas calles, concurridísimas porque en esos días, aparte del atractivo habitual del lago de Sanabria, se iba a celebrar uno de los que se consideran mejores mercados medievales de España. El pueblo estaba engalanándose y flotaba en el ambiente que se acercaba la fiesta.

     No podía irme de allí sin de nuevo hacer acopio de viandas de la zona y esta vez le tocó al queso y la miel de los bosques de la región (de brezo, castaño y roble, me dijeron). Al día siguiente el camino fue directo a Madrid y casi sin paradas, de modo que a la hora de comer ya estaba en casa, satisfecho de la interesantísima excursión realizada.     

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