Tan
importante es la música en mi vida que se merece en este blog –aunque más que
a un blog se va pareciendo cada día más a unas memorias– un capítulo especial. La música ha sido una
compañera inseparable, una catalizadora de mis sentimientos y estados de ánimo,
un receptáculo para la exaltación de los momentos de alegría o para refugiarse
en ella en los momentos de soledad o tristeza. En el transcurso de mi vida la
música ha sido, sigue y espero que seguirá siendo siempre una segura
compañía, que lo mismo que me transporta
al más sublime de los mundos, me envuelve, abriga y acompaña durante las
tribulaciones más desoladoras.
Debí tener mi primera conciencia
musical en tiempos muy remotos, cuando rondaba los ocho o nueve años de edad,
en la época en que las emisoras radiofónicas emitían concursos musicales como
el famoso "Ruede la Bola" de Radio Intercontinental, y cuando
empezaban ya a surgir en España los primeros éxitos populares al hilo de
la incipiente industria fonográfica. Eran sobre todo temas de corte muy
tradicional, como pasodobles, fandangos y coplas españolas y tango, boleros y rumbas latinoamericanas, que
nuestras madres y vecinas entonaban a la vez que hacían sus labores domésticas
y que se escuchaban constantemente por la radio, aunque respetando, eso sí, los
tiempos intocables de los "partes" y las radionovelas.
Pero también empezaron a escucharse por entonces temas musicales de otro corte, éxitos fugaces del momento que sin tener aún el impacto mediático de los que llegarían más tarde, los que ya en los años 60 conoceríamos como superventas, alcanzaron sin duda una gran popularidad. Temas que como "Nel blu dipinto di blu", ganador del festival de San Remo de 1958 cantado por Domenico Modugno, "Moliendo café", del venezolano Hugo Blanco, o "Tintarella di luna", tema de 1959 de la italiana Mina, empezaron a sonar de forma continuada en nuestras emisoras. Poco después, en 1959, se celebró en España el primer Festival de la Canción de Benidorm, inspirado en el italiano Festival de San Remo, que se venía celebrando ya desde 1951; las canciones ganadoras en Benidorm, como "Un telegrama" o "Comunicando", empezarían también a conformar ese nuevo mundillo musical.
Pero también empezaron a escucharse por entonces temas musicales de otro corte, éxitos fugaces del momento que sin tener aún el impacto mediático de los que llegarían más tarde, los que ya en los años 60 conoceríamos como superventas, alcanzaron sin duda una gran popularidad. Temas que como "Nel blu dipinto di blu", ganador del festival de San Remo de 1958 cantado por Domenico Modugno, "Moliendo café", del venezolano Hugo Blanco, o "Tintarella di luna", tema de 1959 de la italiana Mina, empezaron a sonar de forma continuada en nuestras emisoras. Poco después, en 1959, se celebró en España el primer Festival de la Canción de Benidorm, inspirado en el italiano Festival de San Remo, que se venía celebrando ya desde 1951; las canciones ganadoras en Benidorm, como "Un telegrama" o "Comunicando", empezarían también a conformar ese nuevo mundillo musical.
Aunque en Estados Unidos e Inglaterra
el fenómeno había arrancado bastantes años antes, al iniciarse la década de los
60 surgió ya en España con toda su fuerza el interés por el rock’n roll
americano surgido en los 50, y al hilo suyo, del sinfín de nuevos ritmos
bailables (twist, madison, yenka…) que conducirían a la explosión de lo que se
conoció como música popular o música pop (en España se le aplicó habitualmente el
calificativo más bien cutre de "música yé-yé").
Los preadolescentes de aquellos años
empezamos así a tararear temas como "La Plaga" (1959, versión
española del "Good Golly Miss Molly" de 1957 de Little Richard, quizá
más conocido por la versión que hicieron más tarde The Beatles y que titularon
"Dizzy Miss Lizzy"), "El rock de la cárcel" (adaptación del
éxito de 1957 de Elvis Presley, "Jailhouse rock") o
"Popotitos" (de 1961, versión española del tema de 1957 "Bony
Moronie", de Larry Williams), cantadas todas ellas por el mejicano Enrique
Guzmán y su grupo los "TeenTops"; Guzmán triunfaría también como
solista con temas como el famosísimo "Cien kilos de barro" (1961,
traducción de "A Hundred Pounds of Clay" de Gene McDaniels).
Por entonces empezó a escucharse en
España mucha música italiana, destacando intérpretes como Domenico Modugno
("Nel blu dipinto di blu", "Dio, come ti amo"), Tony
Dallara ("Comme prima", "Al di la", "La Novia"),
Gigliola Cinquetti ("Non ho l’età"), Bobby Solo ("Una lacrima
sul viso", "Se piange, se ridi"), Gino Paoli ("Sapore di
sale"), Dalida ("Ciao Amore Ciao", "Gigi l'amoroso",
"Parole"), Rita Pavone ("Cuore", "Non è facile avere
18 anni", "Datemi un martello", "Che m’importa del
mondo"), Gianni Morandi ("Non son degno di te") o Jimmy Fontana
("Il mondo"). Muchos de ellos venían de haber triunfado en el Festival de San Remo.
También se escuchaba música francesa, con
Edith Piaf a la cabeza ("La vie en rose", "Non, je ne regrette
rien", "Hymne à l'amour", "Mon légionnaire", "La
Foule", "Milord"), seguida de grandes cantautores como Jacques Brel ("Ne me quitte
pas") o Charles Aznavour ("La mamma", "Que ce triste
Venice", "La Bohéme", "Il faut savoir"). Y de forma arrasadora, a partir de 1962, las deliciosas canciones de Françoise Hardy
("Tous les garçons et les filles", "L'Amitié",
"Rendez-vous d'automne"), Marie Laforet ("La plage"),
Silvie Vartan ("La plus belle pour aller danser", "Si je
chante", "Én Ecoutant la Pluie") y France Gall ("Poupée de
Cire"). Esta última triunfó con esa canción en el Festival de Eurovisión de 1965, otro de los referentes de la época; tres años después, en 1968, haría lo propio la española Massiel con su famosísimo y repetitivo "La La La".
Y hubo también importantes vocalistas masculinos en lengua francesa, como Salvatore
Adamo ("Tombe la Neige", "Ton Nom", "Une Meche de
Cheveux", "La Nuit", "Mes Mains Sur Tes Hanches" o
"Inch'allah"), Hervé Vilard ("Capri c'est fini"),
Christophe ("Aline"), Michel Polnareff ("Love me, please love
me"), Antoine ("Élucubrations") y el más rockero de entre todos ellos, Johnny
Hallyday.
A principios de los 60 tuve mi primera
experiencia con la música clásica. Durante aquellos años mi colegio funcionaba
en modalidad mediopensionista, de modo que todos nos quedábamos en él a
almorzar. Hubo un tiempo en que, según fuese el humor de la directora del
centro, en el comedor nos entretenían de vez en cuando con música clásica; fue
aquella la primera vez que vi de cerca un tocadiscos, y también fueron aquellos
los primeros vinilos en formato long play (LP) que pude manosear. Pienso yo que
pondrían aquella música para tratar de amansar a las fieras y para ayudar así a
que comiéramos más relajadamente; pero quizá, queriendo ser algo más
benevolente con el colegio, y dado que casi no existía por entonces educación
musical alguna, el objetivo fuese colaborar mínimamente en la formación y el
desarrollo de nuestro oído musical. Lo cierto es que desde entonces hubo tres
nombres que quedaron muy bien archivados en mi subconsciente: los de los
compositores Beethoven y Tchaikowsky y el del gran director de orquesta español
Ataúlfo Argenta; allí quedarían, hasta que pasados casi quince años un amigo
músico me ayudaría a sacarlos a la luz.
Beethoven, Tchaikovski, Argenta |
Aunque al tratarse de música el idioma en que se cante no venga a importar excesivamente, he de admitir que la música
popular que siempre más me ha atraído, muy probablemente por ser musicalmente hijo de la explosión del pop-rock británico de los años 60, es la
interpretada en inglés. Por un lado porque debido a su sonoridad ese idioma se
adapta muy bien al tipo de canciones cuyo referente es el rock; pero también
por otra razón nada desdeñable: porque las letras de las canciones, escritas
generalmente por jovencísimos chicos que solían cantar a la dulzura y belleza
femeninas, a los amores imposibles y a los desamores del ocaso del verano,
eran en general temas muy simples, elementales, pensados para bailar y pasar el
rato de forma desenfadada; unas trivialidades que cantadas en un inglés que no
entendíamos brindaban la oportunidad de ponerles nuestras propias letras o de, aún
mejor, asociarlas como quisiéramos a nuestros propios sentimientos. Así, una
simpleza referente al deseo irreprimible de que no se acabase el verano, se
podía transformar según el caso, en la sublimación platónica de un ser irreal.
Ventajas de la imaginación humana.
De todas formas hubo, cómo no, música
española que me llegó muy profundo, en especial la que durante los años 60 y 70
se denominó "Nova cançó catalana" y la que se fue conformando como
contestataria del régimen franquista o como denuncia de las injusticias
sociales del momento; cosas ambas, la "nova cançó" y las canciones de
corte político-social, que en gran parte fueron juntas de la mano en España
durante mucho tiempo. Entre los cantantes de la época que más huella me dejaron
por entonces estaban Joan Manuel Serrat, con canciones como "Ara que tinc
vint anys", "Canço de matinada", "Tu nombre me sabe a
hierba" o "Poema de amor" entre otras muchas y, en menor medida,
el valenciano Raimon, con sus muy famosas "Al vent", "A
cops", "Som" y "La pedra".
También durante esos años surgieron
muchos grupos españoles, estos ya sin
pretensiones sociales, y lo hicieron al abrigo del boom provocado
principalmente por The Beatles; mis preferidos entonces fueron Los Brincos (con
las rompedoras "Baila la pulga", "Flamenco" y
"Borracho", además de éxitos posteriores como "Tú me
dijiste adiós", "Eres tú", "Mejor", "Sola", "Cry" y
"Un sorbito de champán"), Los Bravos ("Black is black", "Los chicos con las chicas"),
Los Canarios ("Get on your knees"), Fórmula V ("Cuéntame"),
Los Pasos ("Anoushka") y los Pop Tops ("Mammy Blue",
"Oh Lord, why Lord", "Con su blanca palidez").
Emulando a grandes grupos
instrumentales como los británicos The Shadows ("Apache", "The
Young Ones", "Wonderful World", "Theme for Young Lovers",
"Big B", "Geronimo", "Guitar Tango") o The
Tornados ("Telstar") y los norteamericanos The Ventures ("Walk,
don't run", "Pipeline", "Wipe out") o Johnny and The
Hurricanes ("Red River Rock", "The Beatnick Fly") estaban
los dos grupos españoles de rock instrumental para mí más representativos del
momento: Los Relámpagos ("Nit de llampecs", "Danza del
fuego", "Recuerdos de la Alhambra", "Nocturno") y Los
Pekenikes ("Hilo de seda", "Romance Anónimo", "Frente
a Palacio", "Sombras y Rejas", "Trapos Viejos"). Todo
ello sin olvidar a una pareja tan representativa de la música de esos años como
el Dúo Dinámico ("Quince años tiene mi amor", "Perdóname",
"Esos ojitos negros", "Quisiera ser",
"Resistiré"), aunque reconozco que por entonces mi interés por ellos
fue muy limitado, por no decir casi nulo.
De entre los compositores e intérpretes de música popular que surgieron con fuerza en estos primeros años 60 hay dos a destacar muy especialmente: The Beatles y Bob Dylan. Los primeros fueron sin duda los que me llevaron de la mano al mundo de la música; todo empezó cuando contaba 15 años y estudiaba 6º de bachillerato, en un curso en el que estábamos en clase tan solo siete alumnos y durante el que disfrutamos de una libertad casi ilimitada. Fue entonces cuando se publicaron los discos de la película "A hard day’s night" y su escucha en el tocadiscos de que disponíamos en clase "para escuchar música clásica" me conduciría también de la mano a todos los que The Beatles habían publicado anteriormente. Así me engancharía ya de por vida para disfrutar no solo de ésos, sino también de todos los los siguientes, en especial de los que creo que representan el culmen de su trabajo musical: "Beatles For Sale", "Revolver" y "Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band".
Estando en
Preuniversitario me compré, gracias a mis primeros ingresos dando clases
particulares, mi primer tocadiscos; era un tarugo de madera forrada de plástico
de la marca Kolster, de color gris, monoaural, portátil, con un brazo elemental
–y malo– pero que como era a lo máximo a lo que podía aspirar con mis limitados
fondos, me supo a gloria. Con la compra del aparato me regalaron dos vinilos
EP, que fueron los dos primeros discos que tuve y que aún conservo: el
archifamoso "Satisfaction" de The Rolling Stones y "I got you
babe" de Sony and Cher, dos exitazos del momento. Poco después encargué
a mi compañero de curso Roberto que "como era rico" iba a Formigal a esquiar, que me trajera de la cercana Andorra y a buen precio varios discos de The
Beatles: fueron uno de los dos EP publicados a partir del álbum "A hard day’s night"
y los dos de la reciente película "Help": ni que decir tiene que el
tandem Lennon y McCartney se convirtió desde entonces y para siempre en
objeto de mi adoración.
Bob Dylan y Pete Seeger |
Casi en paralelo hice el segundo gran
descubrimiento. Había escuchado alguna vez en el programa "Los 40 principales" de
Tomás Martín Blanco y sobre todo, en "Caravana-Vuelo 605" de Ángel
Álvarez, un tema extenso y lleno de buenas vibraciones que sosegaba mi angustiada alma
adolescente; se trataba de "Like a Rolling Stone", de un tipo
llamado Bob Dylan. No entendía casi nada de su letra, pero escuchar aquella música
constituyó para mí una especie de catarsis, un absoluto flechazo musical, como si
aquella canción la hubiera estado escuchando toda mi vida y formara desde
siempre parte de mi memoria. No me planteé comprarlo, de hecho no recuerdo
haber vuelto a comprar casi ningún disco por aquél tiempo, quizá por no parecer en
casa un adicto a aquella música de melenudos contestatarios a los que tanto se
criticaba por entonces en España, o quizá y más probablemente, por no tener un
mal duro con el que hacerlo.
Sin embargo un domingo de un año o dos después me acerqué por
el Rastro y me encontré, entre un montón de discos usados, dos vinilos single,
sin funda pero en perfecto estado y a un precio tan irrisorio que decidí comprarlos inmediatamente: se trataba precisamente de
"Like a Rolling Stone" y "Gates of Eden" de Bob Dylan y
"Mr. Tambourine man" y "Turn, turn, turn" de The Byrds. Los
escuché una y mil veces y acabé cayendo irremediablemente en las redes de la música
"dylaniana". Y así he seguido hasta ahora: Dylan nunca dejaría ya de
atraerme, tanto por su trayectoria musical y personal como por la calidad de la
gran mayoría de sus temas, convirtiéndose así en el gran mito
musical de mi vida. No voy a mencionar títulos, porque el blog sería entonces inacabable.
Al hilo de mi descubrimiento de Dylan y dado que sus primeros años se desarrollaron estrictamente como cantante folk, aparecieron en mi espectro musical otros grandes nombres de la música popular norteamericana. El principal fue, Pete Seeger, el gran icono de la música folk, al que se deben temas tan bellos como "Where have all the flowers gone?", "If I had a hammer", "This land is your land" y "Turn, Turn, Turn!", que fueron posteriormente interpretados por otros muchos grupos y cantantes. Seeger fue también quien popularizó el espiritual "We Shall Overcome", que se convertiría después en el himno de los luchadores por los derechos civiles en Estados Unidos. De otros de los muchos seguidores de Dylan, como The Byrds, Joan Baez o Peter, Paul and Mary siempre he admirado su capacidad para transformar los temas compuestos por Dylan –que resultan en ocasiones áridos y difíciles de acometer– en maravillosas baladas que deslumbran desde el primer momento en que se escuchan.
Aprovecharé
ahora para comentar dos de los programas musicales que por entonces descollaron
en el panorama radiofónico español: "Caravana musical-Vuelo 605" y
"El Gran Musical", antecedente del actual "40 Principales".
El primero comenzó a emitirse en 1960
en La Voz de Madrid, una de las emisoras de la llamada Red de Emisoras
del Movimiento, para pasar después, y sucesivamente, por Radio
Peninsular, Radio Madrid FM, Radio Minuto y M-80. Lo ponía en antena un presentador
mítico, Ángel Álvarez (1917-2004), profesional de la aviación hasta el año 1960,
que en sus innumerables vuelos a Estados Unidos como radiotelegrafista de la
compañía Iberia fue recopilando gran número de vinilos imposibles de encontrar
entonces en España; en 1960 comenzó su trayectoria como comentarista musical
radiofónico con el espacio "Caravana musical", para pasar en 1963 a
Radio Peninsular con el programa "Vuelo 605", que se emitía a diario
a las tres de la tarde y que permaneció en antena bajo su dirección más de
cuarenta años.
Ángel Álvarez, Tomás Martín Blanco, Rafael Reverte, José Mª Íñigo y Joaquín Luqui |
En sus programas difundía música ajena
por entonces a los habituales circuitos comerciales, desde los grandes éxitos del
rock y el pop británico y americano hasta el country, folk o blues,
convirtiéndose así en auténtico precursor en la difusión de la música
anglosajona en España, en un momento en que lo que predominaba en el mercado
nacional era la copla, el folclore patrio y los temas melódicos de origen
sudamericano, francés o italiano. Álvarez fue uno de los primeros en introducir
en España la música de los grupos folk americanos, de los cantantes de country
y de las máximas estrellas populares del momento, desde The Beatles a The Beach
Boys y The Rolling Stones, a grupos psicodélicos como Jefferson Airplane o
solistas como Janis Joplin, y por supuesto, Pete Seeger y el propio Bob Dylan.
Semanalmente, Álvarez publicaba una
lista con las canciones que habían sido más votadas por los oyentes; todas las
que entraban en ella y que permanecían allí durante varias semanas se
convertían en "Series Doradas", una especie de certificado de calidad
que consiguieron varios cientos de ellas; el conjunto constituye un magnífico
resumen de lo mejorcito de la música popular de aquellos años. Dos de los
máximos exponentes de esas series doradas fueron precisamente Bob Dylan, que llegó a tener
59 series doradas y The Beatles, con 49 de ellas. Semanalmente se editaba una octavilla,
distribuida gratuitamente en los departamentos de música de El Corte Inglés,
que era considerada sagrada por los incondicionales del programa (yo mismo aún
conservo algunas); en ella venían reseñas sobre las Series Doradas de Caravana-Vuelo
605 y la lista semanal o "hit parade" con los mejores discos del
momento.
Por su parte, "El Gran
Musical" empezó a emitirse en la Cadena Ser en 1962 de la mano de Tomás
Martín Blanco; se difundía los domingos a las 12 h., momento que recuerdo esperado
semana tras semana desde mis 16 o 17 años. Por él desfilaron las más famosas
figuras y los grandes éxitos de la canción, convirtiéndose en uno de los
programas de mayor audiencia y en el impulsor de la música pop-rock en España.
Martín Blanco permaneció al frente del programa hasta 1969, aunque desde 1966,
tras incorporar a presentadores luego emblemáticos como Rafael Revert, José María Íñigo,
Pepe Domingo Castaño, Miguel de los Santos, Pepe Cañaveras, Mariano de la Banda
y Joaquín Luqui, se emitiría como "Los 40 Principales", llegándose a crear en
1987, dado el éxito, una emisora específica para ello, la Cadena 40 Principales.
Volviendo al repaso de las grandes
figuras de la música popular voy a referirme ahora a los norteamericanos que
produjeron en mí un mayor impacto. Por un lado, la cantante folk Joan Baez (de
voz singular y con multitud de temas de los que es autor tanto Dylan, desde
"Farewell Angelina" a "It’s all over now, baby blue", como
Pete Seeger o el legendario Woody Guthrie); la delicada Judy Collins
("Send in the clowns", "City of New Orleans"); Arlo Guthrie
("Percy's Song", "Deportee", "When a soldier makes it
home") y el magistral grupo Peter, Paul and Mary ("Where have all
the flowers gone?", "If I had a hammer", "Five hundred
miles" o "Blowing in the wind" entre una amplísima lista de
grandes interpretaciones).
Simon and Garfunkel, Patti Smith, Bob Dylan (Bonde on Blonde) y Leonard Cohen |
También he de destacar de aquel momento al
grupo californiano The Mamas and The Papas ("Monday, Monday",
"California dreaming"), al inigualable dúo Simon and Garfunkel
("Sounds of silence", "I am a rock", "Mrs.
Robinson", "The Boxer", "Bridge over troubled waters",
"Homeward Bound"), a James Taylor ("Carolina in my mind") y
Carole King ("You've got a friend", "Will you love me
tomorrow", "It's too late"), a Patti Smith («Because the Night»,
"People have the power") y al malogrado Jimmy Hendrix ("Hey
Joe", "All along the watchover"). Y también a los australianos
The Seekers ("I'll Never Find Another You", "A World of Our
Own", "The Carnival Is Over", "Georgy Girl"), al
canadiense Neil Young ("Heart of Gold", "Helpless") y a los
británicos Donovan ("Catch the wind", "Colours",
"Universal Soldier", "Mellow Yellow") y Albert Hammond
("It never rains in Southern California"). Entre los
españoles asociados a este estilo mencionaré al grupo Nuestro Pequeño Mundo,
con interesantes versiones de temas como "Oh Sinner man" y "The
Drunken Sailor" entre otros.
Peter, Paul and Mary, The Mamas and The Papas, Jimmy Hendrix y Donovan |
Los años siguientes, mis años de
universitario, servirían para afianzar mi devoción por The Beatles y Bob Dylan.
Los primeros publicaron tres de sus grandes álbumes: "Rubber Soul"
(1965), "Revolver" (1966) y el revolucionario "Sgt. Pepper’s
Lonely Hearts Club Band" (1967); Dylan lanzó en 1966 un álbum doble
definitivo, "Blonde on Blonde", del que conseguí la publicación
americana a través de un compañero de curso en la Facultad de Físicas cuyo
padre era piloto de Iberia. Esos
mismos años me sirvieron además para descubrir, a través de los dos programas
radiofónicos antes mencionados, a otros importantes autores e intérpretes,
destacando grupos como The Herman Hermits ("Shilouettes", "No
milk today", "East West", "There's a kind of hush",
"Wonderful World"), The Bee Gees ("New York Mining Disaster
1941", "To love somebody", "World", "Words",
"Massachusetts"), The Beach Boys ("California Girls",
"Barbara Ann", "Sloop John B", "God only knows",
"Good vibrations"), The Hollies ("Bus stop", "Carrie
Anne", "Have you ever loved somebody"), The Moody Blues
("Nights in White Satin") o Manfred Mann ("Watermelon man",
"Prety Flamingo", "Mighty Quinn").
Y también a los míticos The Kinks ("You really got me", "All day and all of the night", "Sunny afternoon", "Lola", "Set me free"), Lovin’ Spoonful ("Summer in the city"), Spencer Davis Group ("Gimme some of loving", "Somebody help me", "Keep on running", "I’m a man"), The Tremeloes ("Silence is golden"), The Troggs ("Wild thing", "With a Girl Like You", "I Can't Control Myself"), Love Affair ("Everlasting Love"), Small Faces ("All or nothing", "Lazy Sunday") y The Monkees ("Last train to Clarkesville", "The Monkees", "Daydream believer", "I’m a believer"); todos los temas indicados irían incorporándose puntualmente a mi lista de elegidos.
Y también a los míticos The Kinks ("You really got me", "All day and all of the night", "Sunny afternoon", "Lola", "Set me free"), Lovin’ Spoonful ("Summer in the city"), Spencer Davis Group ("Gimme some of loving", "Somebody help me", "Keep on running", "I’m a man"), The Tremeloes ("Silence is golden"), The Troggs ("Wild thing", "With a Girl Like You", "I Can't Control Myself"), Love Affair ("Everlasting Love"), Small Faces ("All or nothing", "Lazy Sunday") y The Monkees ("Last train to Clarkesville", "The Monkees", "Daydream believer", "I’m a believer"); todos los temas indicados irían incorporándose puntualmente a mi lista de elegidos.
Llegó a su vez la música de otro tipo
de formaciones y estilos, como el rhythm and blues o el soul, destacando
Aretha Franklin, Otis Redding, Dione Warwick y Wilson Pickett; el sonido de la
Tamla Motown, con Marvin Gaye, Percy Sledge, The Temptations, The Supremes,
Martha and the Vandellas, The Four Tops y Stevie Wonder como emblemas; el
country de Glen Campbell, Keny Rogers, Johnny Cash o Willie Nelson y la fusión country-rock
de Creedence Clearwater Revival; el reggae de Bob Marley, la psicodelia de
Janis Joplin, Jefferson Airplane, Grateful Dead o The Doors y un largo
etcétera.
Descubrí también entonces a otro de los
grandes compositores norteamericanos al que nunca he dejado de admirar: Leonard
Cohen, un poeta y cantautor canadiense que destacaba entonces con temas como
"Suzanne" y "So Long Marianne" y que durante los años 80
publicaría trabajos fundamentales. Y fui de paso investigando cantantes y
grupos cuyo éxito había tenido lugar a finales de los años 50 y principios de
los 60 y que entonces, por ser aún yo muy crío, me habían pasado
desapercibidos. De entre todos
destacaré especialmente a The Everly Brothers (con temas tan deliciosos como
"Bye Bye Love", "All I Have to Do Is Dream"), Del Shannon
("Runaway"), Ray Peterson ("Tell Laura I love her"), el
gran Ray Charles ("Georgia on my mind", "What I’d say"),
Roy Orbison ("You got it", "Only the Lonely", "Pretty
Woman", "Crying"), a los rockeros por excelencia, Elvis Presley
("Don't Be Cruel", "Hound Dog", "Jailhouse Rock",
"Can't Help Falling in Love", "Love Me Tender",
"Suspicious Mind") y Chuck Berry ("Johnny B Goode",
"You never can tell", "Rock and roll music", "Roll
over Beethoven"), a Johnny Tillotson ("Poetry in motion") y a
Paul Anka ("Diana", "The Young Ones", "Oh
Carol").
En
torno a los 25 años llegaría mi tercer gran descubrimiento: la música clásica.
Surgió a partir de una conversación con Ángel, un amigo de mi compañero de
colegio Alberto que había estudiado música en el Conservatorio y que tocaba en
la Banda de la Policía Municipal. Me habló de aquellos compositores que yo
tenía guardados en la recámara desde los diez años, de las principales
sinfonías y conciertos de Beethoven y Tchaikovsky, pero también de otros que yo
creía que eran para mí totalmente desconocidos. Me habló de Brahms, de su
sensible Tercera Sinfonía y de sus Danzas Húngaras, de Dvorák y su Sinfonía del
Nuevo Mundo, de la Sinfonía nº 40 y del Concierto nº 21 para piano de Mozart,
de Antonio Vivaldi y sus Cuatro Estaciones y de otros muchos que más tarde, al
escucharlos, comprendí que conocía parcialmente, ya que pequeños cortes de
muchas de sus obras figuraban, como siguen figurando hoy día, en la banda
sonora de muchas películas y como música de fondo de anuncios e intermedios
radiofónicos y televisivos.
En 1976, recién entrado en mi cuarto y
definitivo trabajo, me topé con el lanzamiento de una estupenda colección de
vinilos LP del sello Deustche Gramophon, una serie limitada llamada Privilege
con grabaciones de penúltima hornada, pero tan buenas y selectas como las más
recientes de la marca. Con directores e intérpretes como Herbert von Karajan,
Karl Bohm, Claudio Abbado, George Solti, Riccardo Muti, Zubin Metha, Leonard
Bernstein, Otto Klemperer, Lorin Maazel, Mstislav Rostropovich, Karl Richter,
Saint Martin on the Fields y las Filarmónicas de Berlín o Viena, ¡qué más se
podía pedir y a un precio tan económico!
Sergei Rachmaninov y Herbert von Karajan |
Así que me lancé a la compra de muchos
de ellos y me hice con una buena discoteca básica de música clásica.
Naturalmente, su escucha no me decepcionó y con el tiempo fui descubriendo por
mí mismo a otros grandes compositores: una parte de la extensísima obra de los
más clásicos, como Bach, Haendel, Haydn, Albinoni y Mozart; y también a muchos
de los románticos y posteriores precursores de la revolución musical del siglo
XX, como Grieg, Dvorák, Mahler (en cuya música me interesé tras oír hablar
excelencias sobre él a Alfonso Guerra durante una entrevista, y por supuesto,
gracias a la banda sonora de la película de Luchino Visconti "Muerte en
Venecia"), Liszt, Chopin, Rimsky-Korsakoff, Rachmaninov, Saint-Saëns,
Mendelshon, Verdi, Wagner, Eric Satie o Prokofiev.
Profundicé claro está, en las obras
que mi amigo me indicó; pero también descubrí por mí mismo otras muchas que mejoraban
incluso, para mi gusto, algunas de las que él me había recomendado. De entre
todas, las grandes estrellas serían sin duda, las sinfonías 3ª, 5ª, 6ª, 7ª y 9ª
de Beethoven, la 3ª Sinfonía de Brahms, las sinfonías 1ª y 5ª de Mahler, las
sinfonías 5ª y 6ª y el concierto para piano de Tchaikovsky, las sinfonías 8ª y
9ª de Dvorák, el 2º Concierto para piano de Rachmaninov, el Concierto para
Piano de Grieg y muchos de los conciertos de Mozart y su Requiem.
Durante la segunda mitad de los 70
y durante los 80, con más obligaciones familiares y profesionales y menos
tiempo para el seguimiento de la música popular del momento, mi mayor interés
se centró en profundizar en los clásicos. Aún así, no pasaron desapercibidos
algunos de los nuevos valores musicales que surgieron durante ese tiempo,
resaltando entre ellos a dos especialmente: Dire Straits, que
liderados por el grandísimo Mark Knopfler, compusieron gran número de temas
inolvidables ("Sultans of swing", "Money for nothing",
"Brothers in arms", "Walk of life"), y R.E.M.,
que con Michael Stipe al frente crearon un nuevo estilo y magníficas canciones
("Man in the moon", "Find the river", "Loosing my
religion"). Junto a ellos el ya mencionado Leonard Cohen, que seguía
produciendo grandes obras; su estilo y su voz habían cambiado, pero sus tres
álbumes de esa época, "Various Positions" (1984), "I'm Your
Man" (1988) y "The Future" (1992) resultaron igualmente
magistrales.
Mark Knopfler (Dire Straits), Michael Stipe (REM), Leonard Cohen, Mike Oldfield y Bruce Springsteen |
A otros muchos les iría conociendo
por los grandes temas de su discografía, pero sin llegar a hacer nunca un
seguimiento tan continuado y profundo de su obra. Destacaré a: Status Quo ("Wathever you want"), Jethro Tull
("Thick as a brick", "Aqualung"), The Guess Who
("American Woman"), Pink Floyd ("The wall", "Wish you
were here"), The Doors ("Light my fire"), Eagles ("Hotel
California", "One of these nights", "Take it easy",
"Tequila Sunrise", "New Kid in the Town"), Chicago
("If you leave me now", "Hard to say I'm sorry"), America
("A horse with no name"), Supertramp ("Give a little bit",
"The Logical Song", "Take the Long Way Home",
"Breakfast in America"), Mike Oldfield ("Tubular bells",
"The killing fields", "Moonlight shadow"), Rod Stewart
("Maggie May", "Sailing", "Baby Jane",
"Still the same"), Elton John ("Your song", "Crocodile
Rock", "Bennie and the Jets", "Candle In The Wind"),
Sheryl Crow ("All I wanna do"), Police ("Every breath you
take") o U2 ("One", "With or without you", "I
still haven’t found what I'm looking for", "Sunday, bloody
Sunday").
Incluso artistas tan importantes como David
Bowie, Led Zeppelin (cuyo "Stairway to Heaven" es portentoso) y
especialmente, Bruce Springstein, pasaron para mí entonces algo desapercibidos;
a excepción de aquellos temas que considero los mejores, tanto de aquéllos como
de este último: "The River", "Born to run", "Born in
the USA", "Dancing in the dark", "Tunnel of love",
"Hungry heart" y "Streets of Philadelphia".
Y hasta la famosa "Movida madrileña" pasaría por entonces para mí casi sin pena ni gloria. Muchos de los que destacaron entonces se han convertido con el paso de los años en grupos de culto, como ocurre con Alaska y Dinarama, Radio Futura, Nacha Pop, Hombres G, La Unión, Los Secretos y Gabinete Caligari, así como con los catalanes Loquillo y El Último de la Fila. Entre los temas que más tarde, pasados ya los 80, escuché con más interés se encuentran: la maravillosa "Chica de ayer" de Antonio Vega y Nacha Pop; "Déjame", "Pero a tu lado" y "Buena chica", de Los Secretos; "Cadillac solitario", "El Rompeolas" y "Rock and roll star", de Loquillo; "Qué hace una chica como tú en un sitio como éste" de Burning; "Ni tú ni nadie" y "A quién le importa" de Alaska y Dinarama; "Groenlandia" de Los Zombies; "Cuatro rosas" y "Camino Soria" de Gabinete Caligari; "Cuando brille el sol" y "Mil calles llevan hacia ti", de La Guardia; "Insurrección", "Pájaros de barro", "Lápiz y Tinta" y "Canta por mí" de El último de la Fila; y para acabar esta lista casi interminable, "Enamorado de la moda juvenil" de Radio Futura.
Por supuesto que también The Rolling
Stones estuvieron siempre ahí y muchos de sus temas figuran entre mi personal
lista de favoritas y grandísimas canciones ("Satisfaction",
"Carol", "Get off of my cloud", "Sympathy for the
devil", "Paint it black", "Rubby tuesday",
"Angie", "Jumpin Jack Flash", "Start me up",
"Route 66", "Honky Tonk Woman", "Wild Horses"),
pero como ya se puede haber deducido por lo escrito hasta aquí, yo era, en la
famosa pugna Beatles vs. Rolling que se daba por entonces, decididamente
beatle-maníaco.
No olvidaré a los españoles de todos
esos años, entre los que destaco a dos especialmente: Joaquín Sabina, poeta y
cantautor indiscutible, escritor de temas bellísimos, complejos y llenos de
inteligencia e ironía ("Calle Melancolía", "Pongamos que hablo
de Madrid", "Princesa", "¿Quién me ha robado el mes de
abril?", "Así estoy yo" –algún día he de ponerme a fondo con su
discografía–) y el catalán Lluis Llach, emblemático cantautor del catalanismo
militante y la oposición al franquismo ("L’estaca", "La
gallineta", "El bandoler", "Com un arbre un", "I
si canto trist", "La casa que vull", "Viatge a
Itaca"). Y naturalmente, Joan Manuel Serrat, autor incombustible hasta
nuestros días, y que en la primera parte de los años 70 ya había lanzado sus
magistrales antologías sobre los poetas Antonio Machado y Miguel Hernández, así
como el inconmensurable
"Mediterráneo".
Joan Manuel Serrat (Mediterráneo), Lluis Llach, Joaquín Sabina, Amaral, Los Secretos |
Avanzados los años 90 di con el cuarto gran
descubrimiento musical: la ópera. Era éste un género que siempre había
orillado, quizá por considerarlo una especie de lujo más propio de la
"alta sociedad"; quizá por considerar, sin conocerlo, que se trataba
de un lenguaje musical poco directo, muy forzado, de expresividad
desproporcionada y de lentísimo desarrollo debido a su carácter teatral. El
pistoletazo de salida probablemente me lo proporcionaran los famosos conciertos
que dieron los "Tres tenores", Luciano Pavarotti, Plácido Domingo y
José Carreras, al hilo de algunos acontecimientos deportivos; escuchar sus maravillosas
voces cantando arias seleccionadas ante un público numeroso y enfervorizado, me
hizo empezar a poner atención en el asunto. Antes solo había comprado –y casi
por aquello de "tener que tener"– algunas cassettes con coros y arias
de las óperas más populares. Ahora decidí que había que dar un paso más allá y
me hice con una buena colección de CDs y DVDs de las óperas principales de cada
autor; dispuse así de gran parte del principal repertorio operístico y pude
empezar a asistir cómodamente en casa a las representaciones de las óperas de
Verdi, Puccini, Bizet, Mozart y Rossini. Un buen libro que recibí como regalo
de Reyes, describiendo en detalle el argumento de cada ópera, fue sin duda un
complemento fundamental en esta etapa.
Descubrí
también a la soberbia María Callas y su portentosa sensibilidad como soprano;
con ella me pasó casi lo mismo que con Dylan, que sin proponérmelo se convirtió
de forma automática en un mito, y aunque ella ya había muerto y sus grabaciones
eran relativamente antiguas, el milagro de la remasterización acabó por poner
en mis manos la mayor parte de sus arias y un buen número de sus óperas
completas.
Aún tengo sin embargo un autor muy
significativo de ópera pendiente: Richard Wagner; las oberturas de sus óperas
me resultan maravillosas, pero no me he llegado a atrever con las obras al
completo, quizá por la complejidad de los temas que aborda, quizá por su larga
duración. Pero todo se andará, ya que el comienzo ha sido alentador:
"Tannhauser", que he visto en DVD hace pocas semanas, me ha parecido
verdaderamente extraordinaria, una obra maestra tanto musical como teatralmente
hablando.
En todo caso, el resultado con la
ópera fue similar al producido al escuchar cualquier otro tipo de música, pero
con el añadido de "ver" y no solo escuchar los sentimientos,
generalmente trágicos, plasmados en la actuación de los cantantes que
interpretan a los personajes de la obra: la emoción que ello produce es algo
inusual y superior a la simple audición de la pieza.
Volviendo a la música ligera, de los últimos veinte años he de destacar a varios autores e intérpretes. Entre los españoles me ha interesado especialmente el dúo
Amaral ("Sin ti no soy nada", "Te necesito", "Toda la
noche en la calle", "Moriría por vos", "Estrella de
mar", "Salir corriendo") y el trabajo de Los Secretos, antes y
después de la muerte de Enrique Urquijo; entre los latinoamericanos, el
extinguido grupo Los Rodríguez ("Milonga del marinero y el capitán",
"Palabras más, palabras menos", "Aquí no podemos hacerlo",
"Todavía una canción de amor"), el cantautor argentino Andrés
Calamaro ("Alta suciedad", "Elvis está vivo") y el
sensacional grupo mejicano Maná ("Rayando el sol", "Vivir sin
aire", "No ha parado de llover", "En el muelle de San
Blas").
Maná |
Entre los anglo-americanos señalaré a Celine Dion
("The Power of Love", "My heart will go on"), Eleanor
McEvoy ("Only a woman's heart", sublime), Sinead O'Connor
("Nothing compares 2 U"), Jim Croce ("I Got name", "Time in a bottle"),
Phil Collins, en su etapa en solitario tras dejar el grupo Génesis ("In
the Air Tonight", "Something happened on the way to Heaven",
"Colours", "Another Day in Paradise"), Enya
("Watermark", "Orinoco Flow", "Caribbean Blue"),
el grupo Wet, wet, wet ("Love is all around"), Josh Rouse
("Quiet town", "Sad eyes") y los irlandeses The
Cranberries, con Dolores O'Riordan a la cabeza ("Zombie", "Ode
to my family", "Just my imagination", "Salvation") y
The Corrs ("Forgiven, not forgotten", "Only When I Sleep",
"What Can I Do?").
El siglo XXI no podía ser menos y ha
traído consigo nuevas experiencias musicales. La primera fue la asistencia
periódica a los conciertos del Auditorio Nacional; abonado a un par de
magníficos ciclos de autores clásicos pude asistir en directo a las
interpretaciones de muchas de las más grandes piezas sinfónicas de las que
antes solo había podido disfrutar en grabaciones. La experiencia, aunque ahora
de forma algo menos continuada que durante los periodos de abonado, sigue viva,
tanto en el propio Auditorio Nacional como en el Teatro Monumental, actual sede
de la orquesta sinfónica de RTVE.
La
segunda ha sido el paso dado para convertirme, ahora yo, en un humilde
intérprete de temas musicales de los años 60-90, a través del grupo musical
4on60's (Four on Sixties), donde toco la batería. Por fin, la plasmación de un
sueño que empezó allá atrás, siendo aún adolescente; el ciclo ha quedado así
ahora cerrado.
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