lunes, 10 de abril de 2017

Cataratas

Hoy voy a atreverme a hacer aquí, sin que sirva de precedente, una breve reseña de carácter médico-quirúrgico, para plasmar, por un lado, mi asombro por la precisión y efectividad de la microcirugía actual, y por otro, el agradecimiento que siento hacia quienes me han tratado como paciente de éxito en la operación de catarata de que he sido objeto.

      Empecé hace meses a detectar un fallo en la visión de mi ojo izquierdo, que se manifestaba fundamentalmente al conducir durante la caída de la tarde y al tratar de leer los rótulos de televisión. La cosa fue progresivamente a peor y decidí visitar al oftalmólogo; el diagnóstico fue claro: catarata en ese ojo y subida peligrosa de la tensión ocular (26 sobre un máximo recomendado de 21 mm. Hg). Tras ese diagnóstico y la recomendación médica de que me operase para corregir ambas cosas, y a fin de recordar lo que estudié en alguno de los cursos de Biología, me he decidido a revisar conceptos ya casi olvidados tras tantos años sin haber sido necesario revisarlos. En primer lugar, recordar el aspecto interior del ojo humano, que puede apreciarse con cierto detalle, junto con la forma en que el ojo forma la imagen en la retina para objetos lejanos o cercanos, en las figuras adjuntas: 

     
        Aparte de la retina, ese tejido sensible a la luz que tenemos en la superficie interior del ojo; del nervio óptico, encargado de conducir hasta el cerebro las imágenes que se forman en la retina; y de elementos protectores como córnea y esclerótica, hay dos elementos críticos para la visión:

1.  el iris, la membrana coloreada y circular del ojo que separa la cámara anterior del mismo de su cámara posterior; el iris tiene una abertura central de tamaño variable que comunica las dos cámaras llamada pupila y cuya función es controlar la cantidad de luz que penetra en el ojo y

2.  el cristalino, una lente biconvexa situada tras el iris cuya finalidad es permitir enfocar los objetos que se hallan a diferentes distancias y que lo consigue aumentando o disminuyendo su curvatura y espesor durante el proceso denominado "acomodación".    

     

     
       Un ojo normal enfoca o acomoda la visión según se observa en la figura, situando el objeto visto sobre la retina. Cuando no funciona correctamente, puede deberse a cuatro distintas situaciones defectuosas, que se corresponden con las denominadas miopía (cuando la imagen se enfoca delante de la retina debido a que el globo ocular es más largo de lo debido, viéndose mal de lejos), hipermetropía (cuando la imagen se enfoca detrás de la retina debido a que el globo ocular es más corto de lo debido, viéndose mal de cerca), presbicia (cuando debido al endurecimiento del cristalino, la imagen se enfoca detrás de la retina, viéndose mal de cerca) y astigmatismo (cuando la córnea que protege al cristalino no es uniforme y provoca una visión deformada de los objetos).

       Hay una quinta, la catarata, que se produce cuando el cristalino se vuelve opaco total o parcialmente, reduciendo la visión. La catarata está normalmente asociada a la edad, aunque puede ser congénita, producirse por traumatismos o ver acelerada su formación en determinadas enfermedades, así como tras la ingesta de algunos medicamentos. Habitualmente la pérdida de transparencia ocurre de manera progresiva y lenta, por lo cual, puede no apreciarse durante bastante tiempo y uno se puede acostumbrar a una agudeza visual que en realidad no es suficientemente buena.

            La catarata provoca la pérdida progresiva de visión tanto de lejos como de cerca, y la sensación de tener la visión empañada, con molestias crecientes al exponerse a condiciones de alta luminosidad. La edad es el principal factor para desarrollar una catarata, pues con el tiempo el cristalino va perdiendo transparencia y se vuelve opaco; hay también enfermedades como la diabetes que la producen, que pueden hacer además que la catarata se desarrolle a edad precoz. Los síntomas más habituales que se aprecian al tener una catarata son:

   Sensación de visión borrosa, que va aumentando con el tiempo

   Dificultad para la lectura de letras pequeñas

   Problemas de visión nocturna, con dificultad para la conducción

   Mejora en la lectura sin gafas, cuando antes eran imprescindibles

   Visión de colores más apagados

   Deslumbramiento en ambientes de iluminación intensa

   Aparición de una miopía que no existía o aumento desproporcionado de la ya existente

        Una catarata siempre avanza y no hay medicamentos, hábitos de vida o dieta que influyan en su desaparición. Cuando se produce se impone el cambio de la lente natural, el cristalino, por una artificial nueva; es decir, que el tratamiento de la catarata es exclusivamente quirúrgico. Cuanto más madura sea mayor dificultad tendrá la cirugía y mayor será el riesgo de complicaciones, por lo que de forma general el momento más adecuado para la cirugía es cuando el paciente empiece a notar dificultades para la visión normal en su vida cotidiana.
        

       La operación se realiza con anestesia local, bien con gotas anestésicas o con una inyección periocular en el párpado; el procedimiento es ambulatorio y no requiere el ingreso hospitalario. Tras eliminar el cristalino se introduce una lente intraocular que puede ser para corregir sólo la visión de lejos (lente intraocular monofocal), la visión de lejos y cerca (lente intraocular multifocal) e incluso el astigmatismo elevado (lente intraocular tórica).


     El método quirúrgico más habitual es el denominado de "facoemulsificación con implante de lente intraocular", un método surgido a inicios de la década de 1990 y que sigue hoy vigente. Consiste en hacer una incisión en la córnea con un terminal de ultrasonidos, fragmentando on el mismo la catarata y el cristalino, aunque respetando su cápsula, y aspirando después los fragmentos producidos. Seguidamente, el cirujano introduce dentro de la cápsula una lente plegable de material sintético con la que se pueden además corregir los defectos del ojo previos a la cirugía. La incisión no necesita puntos de sutura para cerrarla y se sella sola. La anestesia es en la mayoría de los casos tópica, a base de gotas de colirio, y sin necesidad de pinchar ni inyectar anestésico alrededor del ojo. La técnica de facoemulsificacíon consta pues de los siguientes pasos:

1.  Acceso al interior del ojo: se hace a través de una pequeña incisión de tipo autosellante (sin sutura) de un diámetro de entre 2 y 3 mm.

2.  Apertura de la cápsula del cristalino: la membrana externa que envuelve al cristalino se abre cuidadosamente por su cara anterior; a través de ella y dentro de esa “bolsa capsular” se realiza la fragmentación y aspiración del cristalino afectado de catarata.

3.  Con una sonda ultrasónica equipada con una aguja hueca de titanio de 0,9 mm. de diámetro y que vibra a una frecuencia de entre 30 y 60 kHz, se actúa como si se tratara de un cincel sobre el cristalino, fragmentándolo en partículas (facoemulsificación) que son aspiradas al mismo tiempo a través del conducto de la sonda de ultrasonidos.

4.  Colocación de la lente intraocular: tras la facoemulsificación se introduce una lente intraocular plegable (con pinzas o con inyectores especiales que no requieren ampliar la incisión realizada); la lente se despliega dentro del “saco capsular” y se finaliza la cirugía sin necesidad de sutura.

    Los cuidados postoperatorios consisten en el uso de colirios (antibióticos y antiinflamatorios) durante 15-30 días. El mayor cuidado será no frotarse los ojos durante los primeros 20 días y hacerlo más adelante siempre con cuidado. Las tareas laborales “de escritorio” podrán reanudarse a la semana con un lente provisorio para la lectura. Las actividades deportivas podrán practicarse a partir de los 15 días de acuerdo a las características de las mismas.

           
      Las ventajas de esta técnica son la rápida rehabilitación visual, una pronta reanudación de las actividades cotidianas, una menor inflamación ocular y un menor astigmatismo postoperatorio. Además, la cirugía es ambulatoria y no precisa ingreso; la anestesia se realiza por medio de gotas; la ausencia de dolor y lo rápido de la intervención (unos 15 minutos), la recuperación visual inmediata sin necesidad de tapar el ojo, las escasas visitas postoperatorias y la posibilidad de dejar de usar gafas so se implantan lentes multifocales.

      Las lentes implantadas durante la intervención pueden ser de dos tipos:

   Monofocales: permiten ver de lejos, muchas veces sin gafas y si no hay astigmatismo previo, pero que requieren el uso de gafas para leer de cerca y a media distancia.

   Multifocales: permiten ver de cerca, de lejos, o a media distancia; su precio es elevado, ya que están hechas a medida. Cada lente está adaptada a cada ojo, motivo por el que se encarece su coste, aunque en contrapartida, el paciente se ahorrará a partir de ahora el gasto en gafas.
       
        Y eso es todo. Espero no haber cometido demasiados errores en esta explicación más o menos técnica; desde luego no lo serán por culpa de la visión, que me ha quedado en perfectas condiciones... Como mucho, por la mejor o peor información utilizada, por haberla  o no entendido bien y sobre todo, por haber sabido transcribirla adecuadamente.

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