lunes, 10 de abril de 2017

La Pedriza

Si tuviera que elegir algún lugar donde hacer  que descansaran mis restos de por vida –de por muerte–, ese sería el paraíso de la Pedriza; un paraje excepcional situado a dos pasos de Madrid y que como otros muchos lugares de nuestra naturaleza cercana descubrí siendo muy joven y casi de casualidad, cuando empezaba a recorrer la sierra madrileña en alguna que otra marcha montañera con amigos, o algo después, cuando ya dispuse de coche y empezaba por desgracia a producirse la acumulación de domingueros que más adelante llevaría a la limitación del acceso a toda la zona.  

      La Pedriza, un vergel bien conocido por muchos de los caminantes y senderistas madrileños, por amantes de la escalada y de la naturaleza, agreste pero accesible, cálido y monumental, se sitúa al norte de la provincia, entre las localidades de Manzanares el Real, el Boalo, Mataelpino, Soto del Real (antiguo Chozas de la Sierra) y Miraflores; fue incluida en 1985 dentro del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares, una reserva natural de más de 50.000 Ha. a la que La Pedriza aporta unas 3200 Ha. En 1992 fue además declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco y actualmente forma parte del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, el espacio protegido más grande de la Comunidad de Madrid.


      La Pedriza limita al oeste por la Sierra de los Porrones, la garganta del río Manzanares y el pico de la Maliciosa (2227 m.), al norte con la Cuerda Larga (2386 m.) y el pico de la Najarra (2120 m.), al este con los municipios de Soto del Real y Miraflores de la Sierra y al sur con el pueblo y el embalse de Manzanares el Real (908 m.) y la carretera que va desde éste hacia Soto del Real. La mayor altura que se registra en La Pedriza es la de "Las Torres", con 2029 m. y su pico más representativo es el del Yelmo, con 1716 metros.
         
  
      El macizo se considera dividido en tres partes: la meridional y más cercana a Manzanares el Real se denomina El Alcornocal y es una zona llena de riscos y canchales graníticos cubierta de jara y grupos de alcornoques y por la que discurre hasta El Tranco el río Manzanares, por el paraje conocido como Garganta de la Camorza; luego el río se desvía para bordear el pueblo y verter sus aguas en el Embalse de Santillana. La zona intermedia es la Pedriza Anterior y en ella se encuentran lugares y peñascos emblemáticos como Canto Cochino, Peña Sirio, el Yelmo, el Tolmo y el Refugio Giner de los Ríos; en su límite superior se encuentra la conocida como "autopista de La Pedriza", camino que conduce al Collado de la Dehesilla, uno de los puntos desde los que se accede al pico del Yelmo. Por último, y en la parte más septentrional, está la Pedriza Posterior o Circo de la Pedriza, donde se encuentran El Collado del Cabrón, el Cancho de los Muertos y el Dante, Las Torres, los Chorros del Manzanares y la zona más alta próxima al nacimiento del río, camino de sus fuentes en el denominado Ventisquero de la Condesa.   
Cabras montesas en La Pedriza posterior

      Es abundante  el matorral mediterráneo, destacando la jara, pero sin olvidar el espliego, cantueso, tomillo, romero y brezo, así como, en las zonas más altas, el piorno. Entre sus árboles encontramos diferentes especies de pino, encinas, quejigos, sabinas, serbales y tejos. La fauna también es rica, especialmente en aves como arrendajos, carboneros, herrerillos, mirlos, oropéndolas, petirrojos y picapinos y en rapaces como el buitre negro, el milano o el halcón. Entre los reptiles y anfibios, culebras y víboras de diferentes tipos, lagartos y sapos. Y entre los mamíferos, la ardilla, la comadreja, la cabra montesa, el conejo, el ciervo, el jabalí, el corzo y el gamo, el tejón y el zorro.
Cascada en Los Chorros del Manzanares
      La Pedriza está surcada por múltiples arroyos, como el de la Dehesilla, de los Huertos, del Risco, de la Ventana, de los Poyos o de la Majadilla; y también por el río Manzanares, que tras nacer en el Ventisquero de la Condesa, en las laderas de la Bola del Mundo, y recorrer todo el Parque, vierte sus aguas en el Embalse de Santillana. En la zona conocida como los Chorros del Manzanares este pequeño río se desmelena y en época de deshielo produce hermosísimas cascadas que acompañan con su estruendo al caminante que hasta allí se acerca. Las fuentes naturales son numerosas, debido a la gran cantidad de agua subterránea acumulada; su calidad es excelente, ya que el granito de las rocas libera pocos residuos, contribuyendo así a mantener su pureza.

      Al oeste de la Pedriza Posterior y en el curso del río Manzanares se encuentra un amplio remanso denominado Charca Verde; otro más es la Charca Kindelán, en la zona baja del Arroyo de la Majadilla. Además de ellas hay otras charcas de menor tamaño, tanto en el Manzanares como en alguno de sus arroyos. Y por supuesto, encontramos multitud de formaciones rocosas a las que la imaginación popular ha dado en bautizar con nombres tan variados y sugerentes como el Pájaro, el Cáliz, el Hueso, el Elefante, Canto Cochino, el Dante, la Tortuga, el Carro del Diablo, el Tolmo o el propio Yelmo.  
 
El Cáliz  /   El Pájaro   /   El Elefantito
    
Una de las anécdotas más curiosas sobre La Pedriza es la que cuenta cómo durante el siglo XIX este paraje fue escenario de hechos delictivos legendarios asociados a la figura del bandolero. Quizá el más famoso de los que por aquí rondaron fuese el conocido como "Paco el Sastre", cuyo verdadero nombre era Francisco de Villena. Compañero de prisión en la cárcel del Saladero de Madrid de otro famoso bandolero, Luis Candelas, el Sastre era un bandido atípico, cuya especialidad fue el secuestro, en vez del habitual asalto a diligencias y viajeros. Fue encarcelado pero consiguió escapar de la cárcel y entrar a formar parte de la partida de Luis Candelas, pasando a ser proclamado jefe de la misma cuando el famoso bandido madrileño fue ejecutado en 1837. Sus refugios estaban localizados en la sierra del Guadarrama y en la de Somosierra y dentro de aquella, en nuestra Pedriza.

      En 1839 realizó su golpe más sonado, el que le llevaría al patíbulo: haciéndose pasar por cochero del Marqués de Gaviria, secuestró a sus dos hijos en la calle de Hortaleza, en la puerta del mismísimo colegio al que asistían. La banda se refugió junto con los niños secuestrados en La Pedriza y mandaron a un pastor del pueblo de Manzanares con un mensaje en que pedían al marqués un rescate de tres mil onzas de oro. Ayudados por conocedores de la zona, los soldados cercaron a la banda en su refugio, situado junto al Canto del Tolmo, y los niños fueron recuperados sin llegar a pagar el rescate. Gracias a su buen conocimiento del terreno, "el Sastre" consiguió sin embargo escapar; pero un año más tarde, cuando caminaba por Madrid fue reconocido y tras ser detenido y juzgado, se le condenó a muerte. La sentencia se llevó a cabo el 20 de julio de 1839 en el patíbulo del Paseo de los Pontones, cerca de la Puerta de Toledo.

     Tras esta breve revisión más o menos geográfico-histórica del Parque, se impone dar mi opinión sobre el mismo, así como mis vivencias personales. La opinión en cierto modo poco importa, porque dicho todo lo que antecede, difícil es que no considere la Pedriza como una maravilla de la naturaleza, con paisajes, aún dentro de su limitado tamaño, de verdadero ensueño. Recorrer, tanto en primavera como en tiempo de nieves, el tramo del Manzanares que va desde el aparcamiento de El Tranco hasta Canto Cochino –la Garganta de la Camorza– es toda una delicia, viendo trotar al río, formar pequeñas cascadas y descubriendo las múltipes formaciones rocosas que vamos dejando a nuestra derecha según progresamos por la margen izquierda. Y seguir después por el camino forestal que conduce hasta las cercanías de la Charca Verde para después enlazar con la senda que nos lleva, tras una hora de ascenso, a los Chorros del Manzanares, es otra estupenda experiencia.     

Cancho de los Muertos

     No digamos subir al Cancho de los Muertos, para desde allí divisar la fantástica panorámica de una parte del circo de la Pedriza, con el Yelmo dominando de forma absoluta el excepcional cuadro que se ofrece a nuestros ojos y con Las Torres a nuestra espalda; como también ocurre cuando, tras ascender por la senda de Quebrantaherraduras, se accede a otra senda que por diferentes vericuetos nos lleva en otra media hora de exigente subida al puesto de vigilancia contra incendios situado en la Loma de la Camorza, desde donde se divisa todo Manzanares el Real, con su flamante y coqueto castillo, el Embalse de Santillana, el Cerro de San Pedro, la Sierra de Hoyo, los pueblos de El Boalo y Cerceda, y por supuesto, la Pedriza anterior, con el Telmo y Peña Sirio como protagonistas. Y en días claros, hasta las 4 Torres madrileñas, imposibles de quitarse uno de la vista incluso aún estando en un entorno tan paradisíaco.
La Charca Verde

      Otra caminata muy habitual en La Pedriza y que a mí siempre me ha encantado es recorrer desde Canto Cochino la denominada "autopista de la Pedriza", así llamada por lo concurrida que en fines de semana suele estar esta amplia senda, que es prácticamente llana; tras dejar a un lado la Charca Kindelán y cruzar el arroyo de la Dehesilla se alcanza el Llano del Peluca y desde allí puede subirse al Refugio Giner de los Ríos o bien seguir directamente por una estrecha senda hasta el imponente Tolmo, masa granítica fruto de algún desprendimiento producido en tiempo inmemorial y situada justo bajo la hermosa y monumental figura que un farallón dibuja y a la que alguien  bautizó con buen tino como "El Pájaro".

Pedriza posterior desde Los Chorros del Manzanares
     Pasado el Tolmo, la senda se empina y tras zigzaguear durante cerca de una hora se llega a la pradera del Collado de la Dehesilla, ya casi a los pies del imponente Yelmo: buen lugar para hacer un alto en el camino y reponer fuerzas. Durante el recorrido habremos encontrado más de un avezado escalador que irá camino o volverá ya, según la hora, de
Autopista de la Pedriza y Refugio Giner de los Ríos
hacer la subida a la cima del casco que corona la Pedriza. En todo caso, y si no se practica la escalada, desde el collado se llega prontamente al menos a la base de ese farallón, consiguiendo culminar así –aunque sea sin coronar– una de los míticos ascensos de esta parte de la sierra madrileña.
       
  
El Tolmo, Las Torres y Peña Sirio

           En definitiva y para terminar, volver a insistir en que a muy pocos kilómetros de Madrid se puede disfrutar de un hermosísimo paisaje, de un roquedal espectacular, un río recién nacido y sin contaminación, de aguas rápidas y cristalinas y de una vegetación, con el pino y la jara como estrellas –espectacular esta última en mayo, cuando florece y se viste de blanco–, que a todo amante de la naturaleza y el aire puro, del esfuerzo senderista, del ascenso a la montaña y la escalada, no dejará de satisfacer en modo alguno.
El Yelmo
Manzanares el Real y el Embalse de Santillana
      Si tras el esfuerzo uno puede acompañar después la caminata con una buena comida en alguno de los bares y restaurantes del pueblo –qué grande ese lomo de res del Guadarrama, un cabrito asado o unos magníficos huevos fritos con patatas y jamón, todo regado con buen vino o una cerveza artesana de la zona–, el día pasado en este maravilloso paraje no puede menos que recordarse de por vida. 

Garganta de la Camorza y Castillo de Manzanares

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