lunes, 5 de septiembre de 2016

QUINTA del DUQUE del ARCO

Paseo hoy por el Monte de El Pardo y me acerco hasta la Quinta del Duque del Arco, una finca que se encuentra en los terrenos de lo que fue en tiempos la Quinta de Valrodrigo y que compró en 1717 el Duque del Arco, Alonso Manrique de Lara y Silva, Caballerizo Mayor del rey Felipe V y Alcaide de El Pardo, y que tras su muerte fue donada por su esposa al rey, incorporándose así al Real Sitio de El Pardo en 1745.

       La finca alberga un palacete, una casa de labor y un jardín de estilo francés que se adorna con grupos escultóricos y fuentes.

       El palacete es de un estilo muy similar al del Palacio de la Zarzuela; es de una planta, con buhardilla y sótano y fue durante la Segunda República  la residencia de verano  del presidente Azaña, donde residía cuando se produjo el golpe militar del 18 de julio de 1936. Su mobiliario y alfombras, así como los papeles franceses que decoran sus salones son del siglo XIX. El jardín lo diseñó en torno a 1726 el paisajista francés Claude Truchet, con un estilo similar al del palacio de La Granja; contiene varias terrazas con fuentes, setos, plantaciones florales, cipreses y dos grandes coníferas.

       En la casa de labor se ubica un Colegio Público de Educación Especial y rodeando la quinta hay un extenso y centenario olivar limitado por una tapia que linda con los terrenos del Monte de El Pardo y que se extiende hasta la puerta de entrada a éste situada en la carretera de Fuencarral a El Pardo. Hay además junto a la puerta de entrada a la quinta un pequeño huerto que contiene almendros y unos cuantos cerezos.

JARDINES
     Se trata pues de un espacio singular que los madrileños tenemos a un paso de nuestra ciudad y que sin embargo está siempre solitario, casi vacío, algo que yo agradezco muy sinceramente. Pues gracias a ello, el paseo para llegar desde Somontes a la Quinta resulta enormemente agradable, tanto si lo hacemos salvando los dos kilómetros de carretera que los separa, como si se realiza por alguno de los senderos que por pleno monte conducen a ella.

      A mí me resulta un lugar especialmente emotivo, ya que lo descubrí sólo y por casualidad, sin haber tenido antes la menor referencia sobre su existencia; y porque en la Quinta o muy cerca de ella he disfrutado con mi familia de momentos agradables, tanto paseando, como comiendo en el cercano merendero o cogiendo ajetes, cerezas, cebollinos y hasta cardillos silvestres en la breve huerta que hay a su entrada.  

CASA de LABOR
       En invierno el olivar se llena de aceitunas y entre los meses de febrero y marzo la floración de almendros y cerezos decora todo el huerto de blanco. Llegada la primavera, el terreno que circunda los olivos se inunda de flores multicolores y el paseo por el mismo resulta encantador y complementa la belleza de las jaras florecidas que hay a lo largo y ancho de todo el monte.  Un motivo más por tanto y si cabe, para acercarse a este paraje singular.
            
HUERTO y OLIVAR

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