lunes, 8 de agosto de 2016

Parque del Oeste

Empiezo mi paseo matinal desde el lugar habitual de aparcamiento y atravieso la Ciudad Universitaria y el Parque del Oeste hasta llegar a la Casa de Campo; desde allí avanzo hasta el lago y tras pasar por la Huerta de la Partida y el Palacio de Vargas alcanzo el metro de Príncipe Pío. Desde allí, mediante la línea Circular retorno a la Ciudad Universitaria.

        El Parque del Oeste nació a finales del siglo XIX, por iniciativa de los alcaldes Manuel Mariategui y Vinyals (alcalde entre 1892-94) y Alberto Aguilera (alcalde en tres ocasiones, 1901, 1906 y 1909); se encargó el diseño inicial al director de Jardines y Plantíos del Ayuntamiento, el ingeniero agrónomo Celedonio Rodrigáñez (1860-1913). Los terrenos sobre los que se construyó formaban parte de la llamada Tierra de San Antonio, una zona en la entrada de Madrid que se usaba como vertedero y que recogía las aguas del arroyo de San Bernardino. El proyecto arrancó en 1893 y terminó en 1906; en su interior, una cascada aprovechaba el desnivel del terreno y junto a ella, un templete de música permitía amenizar las jornadas de asueto de los madrileños. Se acotó una zona de unas 36 Ha en torno al arroyo de San Bernardino, desde los muros de la Cárcel Modelo (que ocupó el Ejército del Aire tras finalizar la guerra) hasta las cercanías de la Estación del Norte (hoy de Príncipe Pío). En esa primera fase el parque ocupaba las actuales calles de Moret y Séneca, quedando el actual Paseo de Camoens englobado en el interior del parque. Situado el parque en un abrupto talud sobre el río Manzanares, el diseño respondió al estilo de jardín inglés, de carácter paisajista, con fuertes desniveles, caminos sinuosos y extensas praderas. En 1906 se inició la segunda fase, en dirección a la Montaña de Príncipe Pío, añadiéndose sobre los terrenos existentes junto al Paseo del Pintor Rosales tres hectáreas adicionales y finalizándola en 1914.

La ría y el parque en todo su esplendor actual
       Durante la Guerra Civil el parque fue línea de frente, se abrieron trincheras y se construyeron hasta veinte bunkers para ametralladoras, tres de los cuales – todos del bando nacional– aún pueden verse en su parte norte. El parque quedó arrasado y sería el que fuera muchos años antes Jardinero Mayor del Ayuntamiento, Cecilio Rodríguez (1865-1953), quien se encargase de su reconstrucción. Se terminó a finales de la década de los 40, respetándose el carácter paisajista del parque, el tipo de plantaciones y el trazado de caminos. Después, el parque se ha ido adaptando a las transformaciones urbanísticas que se produjeron durante los años 50 a 70 en Madrid, incorporándose nuevos monumentos y espacios como la Rosaleda (1956), el Teleférico (1969), el Templo de Debod y sus jardines (1972), la Escuela de Arte Francisco Alcántara y la Escuela Municipal de Cerámica (1984).
        Aparte de sus hermosos paseos y praderas, del bello estanque, la ría y la Fuente de la Salud y de los magníficos ejemplares de árboles  que posee, en el parque se encuentran monumentos dedicados a varios libertadores y escritores latinoamericanos, a Jaime I el Conquistador, a la infanta Isabel ("La Chata", hija de la reina Isabel II), al maestro, a los escritores Concepción Arenal y Miguel Hernández, al general Cassola, al maestro Quiroga, al pintor Rosales, a Paul Harris, fundador del Rotary Club, a la educadora Elena Fortún y al doctor Federico Rubio y Galí. En 1985 fue declarado Parque Histórico.
El Parque del Oeste al final de la Guerra Civil
      Dada la belleza del parque, y teniendo en cuenta el terrible estado en que se encontraba en 1939, he dedicado hoy tiempo a realizar un amplio reportaje fotográfico. También, y no menos importante, porque este parque tiene para mí recuerdos imborrables de la infancia, pues acudía allí en ocasiones con mi madre, siempre cargada con su sillita plegable y con la labor de costura que entonces tuviera ella entre manos.
      Tras el paseo por el parque he llegado a la Casa de Campo y siguiendo el Anillo Ciclista he alcanzado el Lago, que por ser ya algo tarde no he querido rodear. He continuado hacia la salida que hay frente al Puente del Rey, no sin antes ver la restauración recién acabada de un tramo del acueducto que construyó Sabatini en torno a 1778 para alimentar de agua la Huerta de la Partida, que servía para abastecer de hortalizas a la familia Vargas, cuyo palacio se encuentra justo enfrente.
     De modo que estos paseos, que ayudan a  fortalecer el cuerpo y que sirven también para meditar, nos regalan en ocasiones el descubrimiento de parajes, de hechos y lugares históricos que teniéndolos a cuatro pasos de nuestra casa ni sospechábamos que ahí estaban. Todo un placer, todo un lujo.

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