miércoles, 3 de agosto de 2016

DEHESA de la VILLA


Uno de los parques históricos de Madrid que mejor conozco y que más aprecio; por su belleza natural y su arbolado, por la cercanía a mi domicilio, por la imagen idílica que de ella conservo del invierno, cuando se cubre de verde y a sus breves senderos acuden a caminar tantos vecinos... Hoy, 80 aniversario del inicio de la Guerra civil española, la Dehesa adquiere una relevancia especial, pues muy cerca de ella se combatió y en ella queda aún algún resto de lo que pudieron ser andanadas de cañón lanzadas por los rebeldes desde la Casa de Campo contra la resistencia madrileña.

         Disfruto paseando la Dehesa, aunque en días como hoy el calor del verano haya agostado todo su verdor y lo que dos meses atrás era esponjosidad y brillo hoy se haya transformado en suelo bronco, seco, áspero, pajizo. Sorteo las zonas de sol resguardándome bajo la sombra de este o aquél eucalipto, de un carrasco, de alguno de los breves enramados que circundan el camino... Porque la Dehesa está plagada de pino piñonero, pero alberga también prunos y almendros, que en febrero embellecen más si cabe con sus flores las vistas de este vergel; y hay acacias, olmos, los mencionados carrascos, encinas, fresnos y chopos, y algún que otro eucalipto junto a matorrales de jara, de romero y retama, de zarzamora. La Dehesa es un leve bosque natural, un reducto ajeno casi por completo a la acción humana dentro de este urbanismo madrileño de asfalto y de ladrillo. Un cúmulo de belleza, de recuerdos, de historia. De la inusitada belleza de unos pinos centenarios; de los recuerdos personales de un tiempo ya pasado, de mis anhelos y esperanzas; de la historia que se esconde en sus antiquísimos viajes de agua, entre sus heridas de guerra, en la memoria de los que asiduamente acuden a hacer tertulia o algo de deporte al Cerro de los Locos. 
      Busco un banco en que descansar bajo la umbría; leo algunas páginas de la historia mundial que ha escrito recientemente Juan Pablo Fusi y mientras, escucho la música de mis compositores e intérpretes favoritos; practico incluso mentalmente leves toques de acompañamiento a la batería. Pasa una bici, corretea un perrillo, veo sufrir a una chica que realiza un esfuerzo sobrehumano bajo el sol subiendo la cuesta que arranca de la Ciudad Universitaria. Es éste un hermoso parque público; es... mi jardín privado.

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