martes, 12 de octubre de 2010

Vargas Llosa, Nobel de literatura 2010

Qué gran descubrimiento fue disfrutar su primera novela, allá por 1969, y qué gran alegría ha sido conocer la concesión del Nobel de Literatura de 2010 a Mario Vargas Llosa. Empecé a leerle con ‘Los Cachorros’, una breve novela que me regaló Blanca cuando el escritor era aún un total desconocido en España. Al principio me desconcertó, porque nunca antes había leído prosa de un escritor latinoamericano, de un escritor que jugase con el tiempo, la progresión de las escenas y el lenguaje como él hacía. Fue mi despertar a una forma de escribir en que lo vivido por los diferentes personajes se entremezcla dentro de un mismo párrafo, obligando al lector a hacer un ejercicio mental constante para dilucidar qué está sucediendo, a quién, y en qué momento. Una habilidad espectacular que llegaría a la perfección en ‘Conversación en la Catedral’, crítica de la dictadura peruana y uno de los libros que más me impactaron en mis años jóvenes. Tras él, descubrí inmediatamente las tres obras anteriores de Vargas Llosa: ‘Los jefes’, ‘La ciudad y los perros’ y ‘La casa verde’, todas dedicadas al tema de la violencia, tanto de la sociedad civil como de la militar.

       Al hilo de la obra de Vargas Llosa, descubrí a otro de mis grandes mitos literarios, compañero suyo, tanto de continente, como ahora de galardón: Gabriel García Márquez. Desde entonces la literatura latinoamericana me acompañaría para siempre, conformando el triplete Vargas Llosa-García Márquez-Isabel Allende el grupo de autores, que, junto a José Saramago, más he admirado por su expresividad, su lenguaje mágico y la forma en que estructuran sus novelas.

       Con la salvedad de ‘Elogio de la madrastra’, la única que no he leído de todas las novelas de Vargas Llosa, fui disfrutando de todas sus demás obras inmediatamente después de ser publicadas: la muy original ‘Pantaleón y las visitadoras’, de 1973, el año en que Blanca y yo nos casamos; ‘La tía Julia y el escribidor’, de 1977, una maravillosa, divertidísima y singular obra maestra de la construcción narrativa; ‘La Guerra del fin del mundo’, quizá la más extensa, compleja y difícil de sus obras; ‘Historia de Mayta’, publicada en 1984, donde profundiza en el tema de la violencia; ‘¿Quién mató a Palomino Molero?’, novela de tinte policiaco en que Vargas Llosa retoma el personaje del cabo Lituma, aparecido anteriormente en ‘La casa verde’ e ‘Historia de Mayta’; y ‘El hablador’, la novela en donde nos habla de los mitos indígenas peruanos y que fue, con total seguridad, la que menos me atrajo.

      Después, ya en los años 90, llegaron ‘Lituma en los Andes’, encuadrada dentro del mundo violento del grupo guerrillero Sendero Luminoso y la obra de cierto tono erótico ‘Los cuadernos de don Rigoberto’; en 2000 apareció ‘La fiesta del chivo’, puede que la más completa de todas sus novelas, donde describe con una exquisita prosa la preparación y ejecución del atentado en que fue asesinado el dictador dominicano Trujillo. En 2003 publicó ‘El paraíso en la otra esquina’, una extraordinaria narración sobre la vida de la sindicalista y revolucionaria francesa Flora Tristán, y la de su nieto, el pintor Paul Gaugin, durante su exótica y angustiada experiencia tahitiana. Finalmente, ‘Travesuras de la niña mala’, publicada en 2006, una deliciosa historia de amor narrada con el mejor de los estilos.

      Ahora, en 2010, y con el Nobel ya en su poder, Vargas Llosa publicará su nueva novela, ‘El sueño del celta’; la espero con interés, para disfrutarla y con toda seguridad, añadirla a la lista de todas sus grandes obras.

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