Espectacular
en su naturaleza, grandiosa en sus montañas, de azul y espuma en el batir del
agua de sus costas, hermosa en sus pueblos y caseríos, amable en sus gentes. Un
territorio para recorrer de punta a punta que en esta ocasión he visitado en su
extremo sudoccidental y en las zonas costeras del centro.
He entrado en Cantabria desde Burgos
por Valderredible, visitando Orbaneja del Castillo, las colegiatas de San
Martín de Elines y de San Pedro de Cervatos y recorriendo las hoces del río
Ebro hasta alcanzar la supuesta "fuente" del río, en la localidad
de Fontibre. Muy concurridas estaban las cascadas por las que se precipita el
Ebro en Orbaneja, así como el paraje tan artificial hecho en Fontibre; y
solitarios e imponentes los farallones que conforman el cañón y sus onduladas
hoces. Y he visto en San Martín y San Pedro dos magníficos ejemplos de un
románico cántabro cuyos esmerados restauración y mantenimiento deberían ser
imitados en muchos otros lugares de España.
Saliendo de Fontibre, la ruta que he
trazado me conduce a Santillana del Mar, localidad toda ella de una belleza
extrema pero que por ser agosto, soporta por desgracia una masificación casi
agobiante; hay por ello que pasearla de noche, cuando el ritmo turístico
decrece, cuando los ánimos consumistas se templan y van echando el cierre sus
numerosas tiendas, cuando el cielo se despereza ya camino del reposo. Y en esa
hora y a modo de suave y nutritiva cena hay que degustar una quesada, algún
sobao pasiego o el delicioso bizcocho del lugar, bien acompañado siempre de un
vaso de rica y pura leche.
Desde Santillana, buen punto donde
establecer la base de operaciones para visitar la zona, me dirijo al día
siguiente hacia el noroeste, hacia Comillas y su playa, para visitar uno de sus
monumentos singulares, "El Capricho" de Gaudí. El edificio, como nos
explica una simpática guía, fue concebido como residencia de verano por Máximo
Díaz de Quijano, un indiano enriquecido en América emparentado con Antonio
López y López, primer marqués de Comillas, otro indiano que hizo una fortuna
inmensa y que a su vuelta a España se convirtió en próspero naviero,
concediéndole el rey Alfonso XII el marquesado como compensación por los
servicios prestados al transportar soldados durante las guerras de África y de
Cuba.
A través del marqués, que por haber
vivido en Barcelona conocía el estudio de Gaudí, Quijano encargó a éste en 1883
la construcción del edificio, que se levantó en un periodo de tres años junto a
la finca del marqués, donde se encuentra la residencia de éste, el Palacio de
Sobrellano. Aunque el edificio es obra de Gaudí, la obra fue dirigida por
Cristóbal Cascante, un amigo y colaborador del genial arquitecto catalán, y
contiene detalles muy interesantes, como las cinco franjas de azulejos de
girasoles, que recuerdan un pentagrama musical, y los adornos de las
barandillas, que se asemejan al símbolo musical de la clave de sol. Y es que
Quijano era un gran amante de la música y de la naturaleza y a Gaudí le
apasionaba incluir en sus obras ese tipo
de detalles personales.
Tras recorrer la localidad y admirar
sus hermosas casonas, la estatua dedicada al marqués y el Palacio de
Sobrellano, me dirijo a la cercana playa de Marón, un extensísimo arenal de casi
dos kilómetros que se encuentra junto al Parque Natural de Oyambre, muy cercano
a su vez de la localidad de San Vicente de la Barquera. Batida fuertemente por
las olas, pocos son los bañistas que se atreven a mojarse más allá de las
pantorrillas, pero sí que alcanzo a contar hasta casi un centenar de surfistas,
que con sus tablas tratan de deslizarse hasta la orilla. Disfruto a mediodía de
un sorropotún, el marmitako de atún cántabro, y de unas sabrosísimas sardinas
asadas de la zona. Después, recorro íntegramente la playa, observando cómo sube
la marea hasta llegar a alcanzarme las rodillas y regreso a media tarde al
coche para dirigirme al último punto de mi etapa del día, San Vicente de la
Barquera.
Allí, tras otro paseo bien empinado hasta el castillo y la iglesia del lugar, concluyo la excursión para finalizar de nuevo el día en Santillana, cenando, cómo no, a base de leche fresca y de bizcocho. Dos días magníficos como inicio del viaje realizado a esta hermosa tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario