Ayer
domingo, mi habitual paseo matinal lo realicé, como en tantas otras ocasiones,
en bicicleta. Hice uno de los paseos por Madrid en bici que más me agradan, porque
combina un amplio recorrido por zonas ajardinadas y otro –el más duro y
exigente– por zonas puramente urbanas.
Entre las primeras se cuenta en
primer lugar la Dehesa de la Villa, cuyo circuito interno, por la pista que
discurre encima de un ramal del Canal de Isabel II realizo siempre,
compartiéndolo con otros muchos ciclistas, corredores y senderistas que por allí
circulan. Bajo después a la Ciudad Universitaria y atravieso por su carril-bici todo el campus, desde el CIEMAT hasta las escuelas técnicas de Aeronáuticos y Agrónomos,
alcanzando la confluencia de la Avenida Complutense con
la autopista de La Coruña. Penetro así en el Parque del Oeste -que ha de soportar hoy los restos infectos abandonados por los participantes en algún que otro botellón nocturno- y bajando
paralelamente al paseo de Moret, llego al Paseo de Rosales y algo después a los jardines del
Templo de Debod, que hoy, tras su reapertura, estaba rebosante de visitantes. Me detengo
allí un momento para fotografiar la preciosa vista que desde el mirador del jardín se tiene tanto del Palacio Real, como de la
Catedral de la Almudena, la basílica de San Francisco el Grande y gran parte del oeste madrileño y la Casa de Campo.
Desde allí entro en
tramo urbano, cruzando la Plaza de España y llegando a la Plaza de Oriente,
que está hoy atestada de turistas que acuden a contemplar la serie de
monumentos que allí se dan cita: el Palacio Real y los jardines de Sabatini, la
propia plaza de Oriente con su galería de reyes y la magnífica estatua ecuestre de Felipe IV, el
Teatro Real y la Catedral de la Almudena; y también, dada su relativa cercanía,
el Viaducto, la basílica de San Francisco y el Monasterio de la Encarnación.
Sin olvidar que allí se encuentran también los muy atractivos locales del Café de Oriente y la
Taberna del Alabardero, puntos donde el personal hace de forma habitual una
pausa para disfrutar de un refrigerio.
Tras bordear la plaza de Oriente me encamino
a la de Ramales y tras atravesar la plazuela y calle de Santiago desemboco en la calle
Mayor, pasando cerca del antiguo Ayuntamiento, la Plaza de la Villa, el
bellísimo y concurrido Mercado de San Miguel y la Plaza Mayor, y aterrizando, ya en pleno
centro de Madrid, en la Puerta del Sol. Una plaza a la que es posible acercarse
en bici hoy sin dificultad alguna por tratarse de un domingo y en la que jamás se me
ocurriría adentrarme de esta guisa en un día laborable.
Atravieso la plaza, bastante sucia e
infestada de turistas, paseantes madrileños y gentes de la farandulilla, de
mendigos sin techo, gentes que hacen la estatua y algún que otro mangante y de locos por la tecnología que
se acercan hasta la modernísima tienda Apple para estar siempre a la última. Tomo desde
allí la Carrera de San Jerónimo, desde donde atisbo las obras que se están
realizando para hacer un gran centro comercial aprovechando los magníficos edificios de
los que fueran en su día Banco Hispano Americano y Banesto; y cuesta abajo,
tras saludar a los leones del Congreso de los Diputados, alcanzo la fuente de
Neptuno y el Paseo del Prado. Éste estaba hoy para mi sorpresa cerrado con
vallas por la policía y es que los domingos, desde hace ya muchas semanas, el
paseo se cierra al tráfico y se dedica al disfrute de viandantes y ciclistas. Alcanzo la plaza de Cibeles y tras retroceder toda la manzana
del Ayuntamiento, subo hacia el Parque de El Retiro por la calle Montalbán, recordando de
paso la visita que tengo pendiente hacer al Museo Nacional de Artes Decorativas
que allí se encuentra.
Entro al Retiro por el Parterre, contemplo los jardines y el hermosísimo y centenario ahuehuete (taxodium) que allí se encuentra y me dirijo hacia el estanque, cuyo entorno, en esta mañana de domingo, se encuentra a reventar de paseantes. Doy una pequeña vuelta por la zona, observo la multitud de barcas que surcan las aguas y bajo de seguido hacia la Puerta de Alcalá, para enfilar, de nuevo en carril-bici, el camino de vuelta a casa, a lo largo de toda la calle de Serrano. Hasta aquí el recorrido ha ido variando con subidas y bajadas continuas; pero como han imperado las bajadas y me encuentro en uno de los puntos de menor cota de todo el recorrido, a partir de ahora la subida será constante.
Entro al Retiro por el Parterre, contemplo los jardines y el hermosísimo y centenario ahuehuete (taxodium) que allí se encuentra y me dirijo hacia el estanque, cuyo entorno, en esta mañana de domingo, se encuentra a reventar de paseantes. Doy una pequeña vuelta por la zona, observo la multitud de barcas que surcan las aguas y bajo de seguido hacia la Puerta de Alcalá, para enfilar, de nuevo en carril-bici, el camino de vuelta a casa, a lo largo de toda la calle de Serrano. Hasta aquí el recorrido ha ido variando con subidas y bajadas continuas; pero como han imperado las bajadas y me encuentro en uno de los puntos de menor cota de todo el recorrido, a partir de ahora la subida será constante.
Recorriendo la calle de
Serrano he pasado por delante del
Museo Arqueológico Nacional y la plaza del Descubrimiento, de las lujosas tiendas
que hay entre las calles de Columela y de Juan Bravo, y de la embajada de los EEUU
de América y del Museo Lázaro Galdeano, situado ya en la esquina de Serrano con la calle de
María de Molina. Bajo ahora por esta avenida y me incorporo al Paseo de la
Castellana.
La parte inicial del paseo es muy llevadera, con una leve aunque continuada pendiente,
pero llegados al edificio de El Corte Inglés la subida se hace algo
exigente. Y así va a seguir siéndolo hasta bien pasado el Estadio
Santiago Bernabéu, lleno también de turistas que no dejan de hacerse selfies cual posesos. Puede que este sea el estadio de fútbol más famoso del mundo y quizá eso lo
justifique; pero yo lo dudo.
Poco a poco voy acercándome al
final del recorrido, cuando llego a la Plaza de Castilla tras pasar por delante de los
ministerios de Defensa y Economía y de la Fundación Canal de Isabel II. Enfilo la Avenida de Asturias,
hoy ocupada en su amplia calzada central por el Rastrillo, y tras
recorrerla por completo pongo las ruedas en el Parque Agustín Rodriguez Sahagún, que se encuentra justo enfrente de mi casa.
Acabo así mi particular vuelta ciclista. Han sido 22 Km. de pedaleo y disfrute, una
magnífica forma de hacer deporte y de visitar el centro y los jardines de mi
ciudad.
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