jueves, 15 de julio de 2010

Berlín - Julio 2010


Durante 8 días hemos estado visitando Berlín (3) y Venecia (5). Una combinación interesante, por lo dispar de ambas ciudades.

     Berlín la conocí en 1979, en plena guerra fría; crucé el muro en el Checkpoint Charlie y la experiencia fue estremecedora: revisión de pasaportes al detalle por los "vopos", paso de espejos por los bajos del autocar para detectar posibles infiltrados, alambradas, vigas anticarro clavadas en el suelo y la compañía permanente de una delegada gubernamental durante todo el recorrido de la ciudad, que en su mayor parte consistió en ir a ver los grandes logros del socialismo real. No recuerdo haber visto ni un solo monumento; en la parte occidental porque no los hay; en la oriental porque no nos los mostraron. Recuerdo, eso sí, multitud de casas semiderruídas, fruto aún bien visible de los destrozos de la 2ª Guerra Mundial; y casas junto al muro abandonadas, bloqueadas, con las ventanas clausuradas con ladrillos, al igual que hoy podemos ver cuando se protege un inmueble de los okupas.

        La segunda vez fue en 1990, cuando el muro estaba en plena demolición; recuerdo especialmente el paso de coches entre una zona y otra por los lugares fronterizos recién abiertos: "Trabis" lamentables, sucios y cargados hasta los topes de electrodomésticos recién adquiridos en la zona oeste volviendo al este, "Mercedes" de los occidentales volviendo a casa tras visitar a los suyos en el este. Vendían trozos del muro, insignias y todo tipo de efectos militares del ejército y la policía del este, recuerdos verdaderos de un mundo que empezaba a demolerse. Ahora también los venden, pero supongo que serán ya todos 'made un China'. En esa ocasión, ya con mínimos controles, pasé a la zona este y anduve por Unter den Linden hasta Alexander Platz. Fue entonces cuando conocí la riqueza arquitectónica que aún quedaba en el este del antiguo Berlín: las catedrales, la ópera, los múltiples edificios de factura clásica, la isla de los museos. Me impactó especialmente el Museo Pérgamo, con la Puerta de Ishtar que ahora he vuelto a visitar.

         Por fin, en 2010 he vuelto a Berlín esperando ver los grandes cambios que en 20 años se han ido produciendo. Los ha habido ¡y cómo! Pero he encontrado una ciudad fría -a pesar del calor-, con poco pulso -a pesar de los turistas y la variada oferta cultural que se le supone-, compleja y difícil de abarcar. Todo lo contrario a Venecia, de la que hablaré más adelante.

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